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19/03/2012 / pergoblog

Georg Friedrich Kersting

“El estudio de Friedrich… estaba tan completamente vacío que Jean Paul podría haberlo comparado con el cuerpo amplificado de un príncipe muerto. No había nada allí, salvo su caballete, una silla y una mesa, sobre la que colgaba, como único adorno en la pared, una solitaria escuadra, aunque nadie podía imaginar por qué recibía tal honor. Incluso su caja de pinturas, entre todas las cosas, sin mencionar sus botes de aceite y pigmentos, habían sido relegados a la sala contigua, puesto que Friedrich estaba convencido de que todos los objetos externos tendían a perturbar la esencial serenidad del mundo en el cuadro. Mi padre, moreno, afeitado pulcramente, estaba siempre vestido de forma correcta, mientras que el rubio Friedrich, con su barba de cosaco, gustaba trabajar con un amplio guardapolvo gris, que le hacía a uno preguntarse si llevaba alguna prenda debajo; y aquéllos que le conocían sabían que no la llevaba”. GFK