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23/03/2012 / pergoblog

Giorgio de Chirico

“Amadísima esposa, lo que acabas de decirme no puede menos de hacerme sufrir y conmover mi corazón; pero mis sufrimientos serían aún más grandes sin más que ver las miradas de los troyanos y las de las troyanas si huyera del combate como un cobarde. No es esto, ciertamente, lo que me aconseja el corazón, porque supe siempre ser valiente y luchar al frente de mis guerreros para mantener la gloria de mi padre y acrecentar la mía, y no voy a desmentirlo en esta ocasión. No es que mi corazón no presienta ni deje de comprender mi inteligencia que puede ser que un día perezca la sagrada Ilión y con ella su rey y su pueblo. Pero ni la caída de la ciudad ni las desdichas de los troyanos, incluyendo las de Hécuba, mi padre y mis hermanos, que morderán el polvo, vencidos por nuestros enemigos, me importan de manera tan agobiante como el cruel presentimiento de que tú, amadísima Andrómaca, seas arrastrada algún día entre llantos y angustias por alguno de los aqueos hasta Argos, donde estés para siempre sin libertad ni alegría y sin mi protección ni mi cariño (…). Y aún serás más desgraciada cuando pienses que ha muerto el hombre que te hubiese librado de la esclavitud de tener aliento en su cuerpo. Pero vale más que un montón de tierra cubra mis huesos antes de saber que eres desgraciada y oír tus clamores mientras se consuma tu rapto.” GC